IX

Tú nunca llegaste, ni volviste,

porque tú nunca avisabas.

Tú aparecías:

  como un huracán,

    como un café con hielo,

      como el semáforo en ámbar;

que yo siempre cruzaba acelerando.

mentiras consentidas

Te lo prometo por todas las veces que no iba a volver,

y aquí estoy;

por ese par de palabras que me cuesta tanto decir,

pero aún no sé si te ...;

porque aún no tengo el tiempo que ya he perdido.

Tengo tres días libres en el trabajo de 24/7 que te prometí coger,

dos almohadas de plumas con vida propia,

que hablan,

un descafeinado matutino que tú llenabas de vida,

un mínimo reflejo de tu forma de mirarme al terminar.

Te lo prometo por los dos dedos cruzados que tengo debajo de las sábanas.

Te lo prometo, porque tengo un papel en blanco, 

con la poesía más bonita jamás escrita. 

Y detrás tu foto.

... en la memoria un neón de un burdel que ya no frecuento

y estuve ayer.

Porque yo sigo teniendo mis,

sentimientos llenos tus,

emociones fuertes,

y tengo el corazón a cero.

–No sé si deberías respirar tanto rencor en una cama de dos por dos,

donde ha habido una tercera. 

Pero si quieres,

te invito a un café caliente para deshelar los sentimientos.

Pero te prometo que no voy a volver a prometerte siete días seguidos que no prometo nada falso.

Por eso se llama Primavera.

La sonrisa de satisfacción de un hombre de maletín y corbata al ver que el amanecer se adelanta a su despertador. El bostezo  inmediatamente anterior al café. El café con leche, cortado. La mancha en una manga de la camisa. La camisa desabrochada. Los carpeta haciendo conjunto al caos de su vida. La mirada de prepotencia al espejo. Delante del espejo aquel peine, más bien inútil, en ese cajón, tan poco útil. 
Tic, tac. "Buenos días."

Llegaste con el pelo sin peinar y los papeles desordenados. Parecías perfecta. Pero siempre con aquel vestido de flores para no cambiar costumbres del primer día, de Primavera. 

"Ese día me di cuenta de que el caos y las flores, 

podían llegar a rimar."

Permíteme mirarte de puntillas.

Aún estoy discutiendo conmigo misma la existencia de un Dios que no sea superior.
Entonces me paré a pensar,
que no siempre se concibe como revolución cuando es contra ti mismo.
Pero esa es de las peores.

Luego pensé como existen personas que creen en Dios
y no en el amor,
o en sí misma.

Si todo se basa en que lo que hago lo maneja alguien,
yo no quiero creer en nada,
ni nadie.

Y en este contexto, me empiezo a replantear la utilidad del pensamiento.