De drogarse a base de promesas y sobrevivir por sonrisas ajenas. Depender de sentimientos que no le pertenecen, reír de alegrías que no corresponden. Entender que a veces, para conocerte totalmente no hace falta desnudarte y para desnudarte no hace falta que te quiten la ropa. De expresar emociones, que quizá, en ese momento no sientes–y te sirven para permanecer en ese extraña felicidad que parece que sólo tú conoces. De vasos de ginebra a las tres de la mañana y vestidos ajustados: intentando explicar los porqués absurdos de algo que ya, no tiene importancia. Tu corazón ya no da crédito.
Aunque tú no lo entiendas se puede vivir de momentos y no de ilusiones. Tres, dos, uno... Pierde el que quiere más. Cero.