La cabeza bien alta, al igual que los tacones. La autoestima por los suelos, cerca de su dignidad.
Su sonrisa y sus ojos dejaron hace tiempo de tener importancia cuando los tacones y los cigarros la acompañaban todas las noches. No existe termino medio: a ellos les seduce, ellas la envidian. Cada noche, repite ese extraña rutina que parece ya conocer a la perfección. Los besos robados, los cigarros apagados. Sabe lo que quiere, no sabe conformarse con lo que tiene. Amigos los necesarios, los mínimos, los importantes. Porque si tiene amigos es porque ya conocen sus sábanas. Les valora a su manera–maneras de vivir. Amor a ratos. No espera a nadie, el tiempo la espera a ella. Quiere desintoxicarse, deshacerse de todos sus vicios, pero sigue teniendo miedo de que por ello todo deje de tener sentido. Lo complicado empieza cuando quiere que alguno permanezca más de una noche, necesidad de querer.
–Si no la llegas ni a la suela de los zapatos es simplemente por los trece centímetros de sus tacones.
am·olivé
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